La casa de las palabras
Palabras. ¿Qué sería de nosotros sin las palabras? Son ellas
las que describen, definen y comunican el mundo, nuestra manera de observar y
analizar la realidad que nos rodea. Lo que no tiene palabra, lo que no está
bien relacionado en una combinación de letras, no se puede expresar. Mediante ella
se puede enamorar, pero también desencantar. Se construye, se destruye y se
restaura. Cada cultura se fundamenta en base a un contexto y el lenguaje es el
reflejo en el que se mira la evolución de los acontecimientos, de las
costumbres, de los usos y de las creencias.
La cantidad de palabras que conozcamos -nuestro diccionario
mental-, tendrá claras consecuencias en la capacidad que tengamos para
exteriorizar lo que se nos pase por la cabeza, y por tanto, para manejarnos en
sociedad.
Un diccionario es un fiel libro de historia, que documenta
meticulosamente el paso del tiempo en una cultura y lo plasma mediante la
herramienta más utilizada por todo ser humano: la lengua. Así las cosas, se
pueden imaginar la exuberante tarea que supone construir la utilización de la
palabra, o más bien, la correcta utilización de ésta.
El 6 de julio de 1713 se engendra en nuestro país un
laboratorio repleto de intelectualidad, sustentado en ocho científicos del
lenguaje decididos a poner orden a la vorágine de vocablos que se manejaban por
aquel entonces. Artesanos de la dicción emprendieron lo que hoy, nada menos que
trescientos años más tarde, se ha traducido en un glosario que contiene
-agárrense- 88.000 joyas de la retórica.
El templo que las cobija se conoce como Real Academia Española, que tras cumplir las tres centenas, abre
sus puertas tan campante y orgullosa de exhibir sus bellezas: 322 piezas entre
las que se encuentra, por decir una, el Retrato
de Jovellanos dibujado por Francisco de Goya; o metiéndonos ya en
materia bibliográfica, tesoros manuscritos como el Libro del buen amor, del Arcipreste
de Hita u otros autógrafos de maestros de la escritura como Lope de Vega, Quevedo o Zorrilla.
Una oportunidad que no se presenta a menudo, y que ningún
amante del arte del vocablo debería dejar escapar. Ya sabéis: el tiempo pasa
rápido, todavía tienes hasta el 26 de enero del año próximo: ¡que no te lo
cuenten!
LO QUE NO TE PUEDES PERDER:
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