“Cada mañana leo en papel el New York Times y el New York
Post. El primero para saber qué pasa y el segundo para divertirme”. Palabras de Tom Wolfe durante una entrevista concedida a Orbyt (El Mundo). Un periodista de raza,
gran precursor del Periodismo (con mayúsculas) tal y como lo conocíamos
hasta que la era digital tiñó nuestras retinas y tergiversó los modos de consumo de
información. Para él la ‘blogosfera’ supone una suerte de máquina trituradora
de la verdadera labor periodística de
calle. “¿Cómo puede escribir alguien una línea sobre nada sin salir a
preguntar? El mundo está lleno de cosas salvajes que contar. En parte porque
hay mucho analfabeto con dinero”. Las cosas claras.
Wolfe nunca negó su
propósito vital: alcanzar la gloria. Tampoco contradijo, en su día, un anhelo
aún mayor: dedicarse a contar lo que veía. Ambos deseos, por todos es sabido,
se contradicen. Nadie ignora que por dinero no se dedica uno a esto del periodismo.
Lo que pasa es que Wolfe tenía pasión por las letras, por las palabras y por la
escritura que describe, la que revela e innova.
Su lujoso apartamento en el Upper East Side de Nueva York no
le han desviado de las preocupaciones que han trazado su biografía y, como no
podía ser de otra manera, el legendario reportero -con grandes dotes de Sherlock Holmes-, empuña de nuevo la
pluma para regalarnos su última labor de investigación novelada: Bloody
Miami, un híbrido a medio camino entre la novela y el reportaje que
relata las vivencias de inmigrantes cubanos en la ciudad del sol y las playas
doradas después de su llegada. “Porque se ha escrito mucho sobre cómo llegan
los inmigrantes. Pero muy poco sobre cómo es la vida aquí después de llegar”. Ese
es uno de los ejes fundamentales que diferencia a Tom Wolfe: él sí observa cosas
de las que otros no dan cuenta, o no lo suficiente. Periodismo señores.
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