sábado, 23 de noviembre de 2013

PERSONAJES: David Jiménez


Sobre el periodismo intrépido

David Jiménez
http://illamosas.com/
Una bolsa de viaje, medio millón de pelas y muchas ganas de hacer periodismo era el bagaje que David Jiménez llevó consigo en 1998 a Hong Kong. Allí quería cumplir su sueño: ser corresponsal en Asia y conocer todos los entresijos de la zona del mundo con más habitantes, y por consiguiente, con más historias que contar. Eran otras épocas, por entonces todavía existía un modelo de financiación periodístico con algo más de futuro que el actual y había mayor prosperidad económica, pero también es cierto que en aquellos años Asia era aún un lugar casi desconocido. No había internet, esa herramienta del saber inmediato que ha multiplicado los flujos informativos hasta el punto de que todo se puede conocer con un par de ‘clics’; tampoco las comunicaciones eran de fiar, no había nadie que se hubiese prestado para ir a esa zona del planeta en la redacción de El Mundo y probablemente en muchas otras redacciones; no había nadie que quisiera arriesgar de esa manera. 

Ese nicho vacío que por entonces era el Sudeste Asiático, David Jiménez lo fue abarcando con los años, habiendo pasado por lugares como las casas de prostitución en Camboya que más tarde volvió para ver en lo que habían quedado, las extravagancias del régimen norcoreano o la llegada de la televisión al reino de Bután. Otras catástrofes como el accidente nuclear de Fukushima fueron grabadas por el objetivo del que hoy ya es considerado por muchos como el “Kapuscinski español”. 

Un sinfín de vivencias, peripecias, disgustos, pero sobretodo alegrías -alegría satisfactoria, de saber que lo que haces interesa, de terminar un reportaje que tomó comienzo hace años, de descifrar con la experiencia la esencia del más honesto periodismo a golpe de realidad-, que David Jiménez compartió con motivo del #NewPaper4 celebrado en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM el pasado 13 de noviembre; y que por si fuera poco, han quedado recogidas en su última publicación: El lugar más feliz del mundo, ya disponible en las principales librerías. 

domingo, 17 de noviembre de 2013

EXPOSICIÓN: George Méliès. La magia de cine


George Méliès, el tío que inventó los efectos especiales ayudándose de una linterna
George Méliès. "En plein dans l'oeuil". Recomposición de una escena de la película Voyage dans la lune (Viaje a la luna - 1902).
© Stéphane Dabrowski / La Cinématèque Française

Pensemos en una película cualquiera que se quiera rodar hoy en día, y quiero hacer hincapié en lo de una película cualquiera, es decir, sencilla, no demasiado cara, sin grandes efectos especiales o localizaciones extravagantes como las que conforman las superproducciones hollywoodienses. ¿Cuántos recursos se harían necesarios? ¿Cuánto equipo técnico? ¿Cuánto dinero? Contestar a lo del dinero es relativamente fácil: mucho, precisamente por lo de los recursos y el equipo técnico: productores, realizadores, camarógrafos, iluminadores, escenógrafos, ingenieros de sonido, guionistas, decoradores, atrezzo, maquillaje, vestuario, apuntadores, director de fotografía, director de casting, director de directores… Todos ellos encuadrados en pre-producción, producción, post-producción… En fin, me quedo sin espacio para citar cada una de las piezas que se necesitan para conseguir una obra de arte cinematográfica. 
Aquí es justo donde reside la magia que dominaba George Méliès. En nuestros días Méliès sería una especie de Juan Palomo -me ahorro la rima- con todas las de la ley, un absoluto 'crack' de cualquier cadena de montaje de hoy en día, en las cuales el cineasta provocaría el despido inmediato de todos sus compañeros por ir cambiando de un puesto a otro sin pestañear. El artista lo tenía claro: quería hacer cine, pero no sabía más que dibujar y tampoco tenía más que un teatro, imaginación y grandes dotes de bricomaníaco heredadas de la profesión de zapatero de su padre. "Pues con esto, estamos", debió de pensar.  
Pasó de dirigir sus humildes obras teatrales a convertirse en uno de los primeros grandes cineastas considerados como tal en toda Historia del Cine. Siguiendo a los Lumière, a Robert William Paul, y algún otro nombre más de los que encabezan la lista inaugural del universo del negativo se encuentra George Meliès, conocido como el mago del cine. 
Cuando él entró en escena, lo máximo que se había conseguido grabar era una película con una duración aproximada de tres minutos en la que se enfocaba la famosa fábrica de la que salían los trabajadores tras la jornada laboral, o el tren que se abalanzaba sobre el espectador y lo hacía salir corriendo de la sala de proyecciones, como respuesta al miedo que provocaba la escena. Con Méliès las cosas tomaron otro color, y nunca mejor dicho, pues fue él el primero en ponerse a colorear negativos para darle viveza a la imagen. Su pasión por los avances de índole tanto científica como técnica lo convirtieron en todo un pionero en el mundo cinematográfico, aportando muchas de las tempranas invenciones que hizo que el cine dejara de percibirse como una atracción menor y empezara a probar las grandes posibilidades que ofrecía no sólo a nivel artístico, sino también en lo comercial. 
Terminó dirigiendo más de 500 películas entre 1896 y 1912, revelándose como el artífice del trucaje cinematográfico y del género fantástico, aportando la pirotecnia, los fundidos encadenados, los pasos de manivela, los efectos de color y los ópticos, los desplegables horizontales y verticales… Creó toda una amalgama de ilusionismos que dieron un nuevo enfoque al séptimo arte, hasta entonces entendido simplemente como algo documental, una cosa que servía para retratar otras cosas, y no para simularlas, trastocarlas o crear dimensiones imaginarias. Las primeras películas de ciencia ficción son obra suya, también las primeras pertenecientes al género terrorífico. Y en realidad Méliès hacía lo que más le gustaba: dejar rienda suelta a su imaginación, y fantasear creando un mundo a parte del que él y sus semejantes habitaban. 
Su obra capital en 1902, Viaje a la Luna, su ópera prima en 1896, Partida de naipes, o su primera peli de miedo La mansión del diablo; son algunos de los títulos que circundan la sala dedicada a la exposición en CaixaForum Madrid: George Méliès. La magia del cine, disponible hasta el 8 de diciembre (queda poco). En ella se puede disfrutar de proyecciones del director, reliquias cinematográficas como el proyector de Edison de 1897 o la triple linterna de proyección para fundidos encadenados de David William Noakes&Son; bocetos de sus personajes inventados, dibujos de los fantasmas con los que asustaba a sus visitantes, trucos de magia que en el pasado fueron capaces de darle la vuelta a la realidad… 
Recorrer esta muestra es como volver a ser un niño con ganas de tocar, ver, oír… incluso apetece salir corriendo cuando en una de las salas se muestran los efectos ópticos creados por los esqueletos o las brujas en descomposición que el artista dibujó. Una experiencia genial, justo como lo fue George Méliès. 

LO QUE NO TE PUEDES PERDER:
Le Monstre de George Méliès (El Monstruo) - Fantasmagoría

sábado, 16 de noviembre de 2013

EXPOSICIÓN: Magnum's First en la Fundación Canal de Madrid



Agencia Magnum o relato de cuando el foco cambió su perspectiva

El fotoperiodismo aunó con su nacimiento dos disciplinas hasta entonces consideradas independientes la una de la otra. Parece lógico. Por un lado se practicaba el Periodismo, y por otro, en un plano más artístico, la Fotografía. ¿Por qué no unirlas? La fotografía es, al fin y al cabo, una manera más de hacer de escaparate al mundo para mostrar una determinada situación, lo mismo que el periodismo. 

En parte gracias a los avances tecnológicos que se produjeron en este campo, y en parte también a la enorme demanda informativa que existió en el periodo que separó ambas guerras mundiales, la fotografía vivió su Edad de Oro en el periodismo como recurso válido, indispensable y eficaz para retratar una determinada realidad sobretodo a partir de los años 30 del siglo pasado. En aquella época, se hizo patente la vital importancia del periodismo fotográfico para registrar lo que estaba sucediendo alrededor del mundo, y en este contexto entraron en escena los que hoy se consideran los grandes maestros del fotoperiodismo: Robert Capa, Henri Cartier-Bresson, Werner Bischof, Ersnt Haas, Erich Lessing, Jean Marquis, Inge Morath y Marc Riboud

 El buen dominio sobre la utilización de la técnica fotográfica en el periodismo residía en lograr el justo equilibrio al fotografiar el hecho noticiable del modo más fiel y real posible, y la marca personal, estética o artística, que imprimía el periodista en la foto a través de un determinado encuadre. Los hitos del fotoperiodismo consiguieron entrelazar ambos mundos a la perfección, y abrieron paso a una forma de contar los hechos que se cobijaba bajo el paraguas de la Agencia Magnum, creada en Nueva York en 1947 como una cooperativa de fotógrafos con un doble objetivo: dar nacimiento a un fotoperiodismo cimentado en “la proximidad al objeto, el momento oportuno y el ojo fotográfico”; e inaugurar una agencia independiente de las grandes empresas periodísticas que permitiera la autonomía total sobre la elección de los temas a tratar.

Tener libertad para elegir sus propias historias y dedicarles el tiempo que deseasen para trabajar en ellas era la meta que querían alcanzar sus fundadores. Todas ellas quedaron reunidas en un portfolio de 83 imágenes que formaron la base de algunos de los mejores reportajes gráficos con los que contamos actualmente para visualizar situaciones que van desde los duros años del periodo de entreguerra del siglo XX -los últimos días de la vida de Mahatma Gandhi y su posterior funeral bajo el foco de Cartier-Bresson, la posguerra española que siguió a la Guerra Civil en el País Vasco vista por Capa, la Viena austriaca ocupada por la Unión Soviética retratada por Lessing-; a situaciones más costumbristas e íntimas como las ilustradas por una Morath que guardó para siempre el rostro de la conservadora inglesa Lady Eveleigh Nash en las calles londinenses, o los niños peruanos que un día sonrieron ante la cámara de Bischof. 

 Aventuras estas, y algunas más que fueron expuestas por vez primera en el Instituto Francés de Innsbruck en 1955 y que, tras quedar perdidas y olvidadas en cajas hasta el año 2006, se han expuesto en Viena y Hamburgo en 2008, en Munich en 2009, en Fellbach en 2010 y aterrizan ahora en la Fundación Canal de Madrid para quedarse hasta el 19 de enero de 2014. Todo un lujo, for free

Festival popular, País Vasco, Francia, 1951. © Robert Capa / Magnum Photos

LO QUE NO TE PUEDES PERDER:

domingo, 10 de noviembre de 2013

EXPOSICIÓN: Velázquez y la familia de Felipe IV en el Museo del Prado


Velázquez: el empleado estrella de Felipe IV

Siglo XVII. La decadencia del Imperio Español se hace cada vez más evidente. Las deudas no cesan de aumentar y acucian la economía de la corona española, que acaba por declararse en bancarrota en 1653. Las relaciones con Francia, Inglaterra y Portugal se han ido tornando más y más tensas, hasta sumergirse en guerras que hacían de las hostilidades en Europa el pan de cada día, y la crisis demográfica, económica y monárquica mostraba una profundidad de campo sin precedentes. 

Será 1649 la fecha en la que tendrá lugar la celebración del segundo matrimonio de Felipe IV, conocido como el Rey Planeta con Mariana de Austria que acabará por garantizar la continuidad de la monarquía con el nacimiento, en 1657, de su heredero al trono, Felipe Próspero, que fallecería con tan sólo 4 años de edad, dejando como futuro rey definitivo de España a Carlos II, nacido en 1661. 

Complicada situación la que se encuentra Diego Velázquez al ser convocado por Felipe IV para atender la enorme demanda de producción artística que vivía la realeza española en aquel momento, que necesitaba del sevillano para lanzar tranquilizadores mensajes diplomáticos, tanto hacia el interior de España, como hacia el exterior. 

Ayer como hoy, u hoy como ayer, asistimos día tras día a la enorme contribución que han tenido y tienen los medios de comunicación -en el sentido puramente técnico de la expresión, esto es, como transmisores de información-, en el establecimiento, posterior mantenimiento y continuidad de los poderes políticos.

Ya sea siglos atrás, o siglos adelante, es patente la influencia de la imagen informativa como método explicativo de la situación de un país. La audiencia necesita saber, y a falta de otros medios, se hacen imprescindibles obradores de la comunicación para satisfacer esta imperativa demanda. En el siglo XVII el nivel de analfabetismo entre la población era, por supuesto, casi total; y la imagen, el icono, ejercía una labor fundamental como forma de representación y reproducción del entorno. Velázquez fue “un historiador de la memoria colectiva de nuestro país”, tal y como manifiesta Javier Portús, Jefe de Departamento de Pintura Española del Museo Nacional del Prado, y “atiende la demanda de producción artística, en un momento en el que los ojos europeos estaban centrados en esa familia europea y demandaban retratos de Felipe IV, de la nueva reina, y de los príncipes e infantes que estaban naciendo”. 

Velázquez ejerció de periodista de la corte, remendando y haciendo un poco más válido el reinado de Felipe IV que, si bien no dejó ningún beneficio en lo económico, sí lo hizo en lo artístico, permitiendo que el artista grabara para los restos gran parte de la compleja política europea de aquellos años y dejando de paso, un magnífico legado artístico en la historia de nuestro país.

La exposición, “Velázquez y la familia de Felipe IV” del Museo del Prado en colaboración con el Museo de Viena, recoge 29 obras, 15 de Velázquez y 14 de del Mazo y Carreño mayoritariamente. Cita ineludible hasta el 9 de febrero. 

LO QUE NO TE PUEDES PERDER:


miércoles, 6 de noviembre de 2013

EXPOSICIÓN: III Centenario de la Real Academia Española


La casa de las palabras

Palabras. ¿Qué sería de nosotros sin las palabras? Son ellas las que describen, definen y comunican el mundo, nuestra manera de observar y analizar la realidad que nos rodea. Lo que no tiene palabra, lo que no está bien relacionado en una combinación de letras, no se puede expresar. Mediante ella se puede enamorar, pero también desencantar. Se construye, se destruye y se restaura. Cada cultura se fundamenta en base a un contexto y el lenguaje es el reflejo en el que se mira la evolución de los acontecimientos, de las costumbres, de los usos y de las creencias.

La cantidad de palabras que conozcamos -nuestro diccionario mental-, tendrá claras consecuencias en la capacidad que tengamos para exteriorizar lo que se nos pase por la cabeza, y por tanto, para manejarnos en sociedad.
Un diccionario es un fiel libro de historia, que documenta meticulosamente el paso del tiempo en una cultura y lo plasma mediante la herramienta más utilizada por todo ser humano: la lengua. Así las cosas, se pueden imaginar la exuberante tarea que supone construir la utilización de la palabra, o más bien, la correcta utilización de ésta.

El 6 de julio de 1713 se engendra en nuestro país un laboratorio repleto de intelectualidad, sustentado en ocho científicos del lenguaje decididos a poner orden a la vorágine de vocablos que se manejaban por aquel entonces. Artesanos de la dicción emprendieron lo que hoy, nada menos que trescientos años más tarde, se ha traducido en un glosario que contiene -agárrense- 88.000 joyas de la retórica.  

El templo que las cobija se conoce como Real Academia Española, que tras cumplir las tres centenas, abre sus puertas tan campante y orgullosa de exhibir sus bellezas: 322 piezas entre las que se encuentra, por decir una, el Retrato de Jovellanos dibujado por Francisco de Goya; o metiéndonos ya en materia bibliográfica, tesoros manuscritos como el Libro del buen amor, del Arcipreste de Hita u otros autógrafos de maestros de la escritura como Lope de Vega, Quevedo o Zorrilla.

Una oportunidad que no se presenta a menudo, y que ningún amante del arte del vocablo debería dejar escapar. Ya sabéis: el tiempo pasa rápido, todavía tienes hasta el 26 de enero del año próximo: ¡que no te lo cuenten!

LO QUE NO TE PUEDES PERDER: 

domingo, 3 de noviembre de 2013

EXPOSICIÓN: La Villa de los Papiros en Matadero Madrid

Lúdico viaje en el tiempo




La Villa de los Papiros es la única biblioteca de la Antigüedad clásica preservada hasta nuestros días. Quedó sepultada en el año 79 por la erupción del Vesubio y con ella, centenares de papiros carbonizados escritos en griego quedaron a la espera de ser redescubiertos. Situada en Herculano, cerca de Nápoles (Italia), fue encontrada a mediados del siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos de Borbón. En 1750 comenzaron las excavaciones arqueológicas capitaneadas por el ingeniero militar Roque Joaquín de Alcubierre y el ingeniero suizo Karl Weber, y lo que allí se halló dio lugar a un impulso renovador de la historia cultural europea. 


La exposición que recorre estos acontecimientos -desde la reconstrucción virtual realizada por el Museo Archeologico Virtuale di Ercolano (MAV) de la Villa de los Papiros, hasta las relecturas que se derivaron en el XVIII tras el hallazgo de los Papiros de Herculano-, muestra, en primera instancia, las expresiones artísticas que derivaron de uno de los conjuntos escultóricos con mayor relevancia de la antigua Roma. La Villa de los Papiros representaba el modo de vivir romano tomado de los Jardines atenienses, que hacían las veces de escuela para la obtención de la serenidad y felicidad cotidiana. En esta dirección, el espectador podrá recorrer una sala que muestra cómo era la educación en Roma, junto a los principales soportes de escritura utilizados, siendo éstos las tablillas, el papiro y el pergamino. Por aquel entonces la lectura íntima y privada era accesible para muy pocos, y a menudo la obtención de información dependía de los ‘libertos’, que eran los esclavos que realizaban las lecturas en voz alta para la colectividad. 
Las excavaciones borbónicas propiciaron, en el plano científico, un hito de la tecnología del siglo XVIII: la máquina del padre esculapio Antonio Piaggio, que consiguió desenrollar los muy frágiles papiros carbonizados encontrados en la Villa. El único de ellos que se conserva íntegro, con casi cuatro metros de longitud, se puede presenciar estos días en Casa del Lector del Matadero de Madrid
Otra de las joyas que allí se encuentran es el retrato de Terencio Neo y su mujer, célebre obra de arte pompeyana que corona el final de la exposición. 
En el plano editorial, cabe destacar la labor de los viajeros del ‘Grand Tour’, Antonio Francesco Gori y Marcello Venuti, cuyas obras testimoniaron los hallazgos que afloraron durante las excavaciones de Herculano, que atrajeron hacia Nápoles a numerosos eruditos durante la segunda mitad del XVIII. 
Un proyecto organizado por Casa del Lector y el MAV  bajo el comisariado de Carlos García Gual y Nicola Oddati que propone un espectacular salto en el tiempo y permite adentrarse en el sistema educativo y de conocimiento que se llevaba a cabo en el año 79 y que quedó sumido en el olvido hasta la expedición de 1750. 

De izq. a dcha.: Cálamo (punzón), tablilla y tinta  
Máquina de Piaggio
Fotografía: © Manuela Medina

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